La Fundación Anpuy celebró sus 30 años de trabajo en el Norte Argentino con un encuentro especial en el Salta Polo Club, donde más de 200 personas, representantes de empresas, instituciones educativas y padrinos de los estudiantes becados brindaron por esta trayectoria, en defensa de la educación de calidad como motor de transformación social y promotora de oportunidades en el NOA.
“Lo que celebramos no son solo los 30 años de institución, sino 30 años de abrazos, sueños cumplidos e historias que nos transformaron. Cuando comenzamos éramos apenas un grupo pequeño con un gran deseo: acompañar a los chicos para que pudieran proyectar un futuro distinto”, recordó Irma Chiti Banegas de Lambois, fundadora de Anpuy, quien convocó a la sociedad a invertir en educación.
“Hoy, después de 30 años, sabemos que falta mucho por hacer. Nuestro sueño es llegar a más chicos, a más localidades, estar donde más nos necesitan con esa mano tendida que dice ‘yo creo en vos’. Necesitamos que nuestra sociedad se comprometa.
Cuando un joven estudia no solo cambia su vida, cambia el destino de su familia, de su comunidad y de todo un país. Invertir en educación es invertir en futuro, en talento, en esperanza y Anpuy está ahí para ser el puente”, resaltó.
“La educación no solo es el medio, sino también el corazón de todo el trabajo de Anpuy. Pero no lo hacen solo con becas. Lo hacen con algo mucho más poderoso y transformador: un acompañamiento humano, integral y cercano”, recalcó Ana Lía Parodi, quien condujo el evento y entrevistó a jóvenes que fueron becados, superaron barreras y hoy son emprendedores y profesionales con destacados logros y grandes aspiraciones.
“A mí me hicieron RCP, en Anpuy”, contó Facundo Toconás, un joven que, gracias al acompañamiento recibido, pudo alejarse del consumo problemático de drogas en su adolescencia, terminar sus estudios secundarios y formarse en el nivel superior. Hoy, Facu ya lidera una empresa de mudanza que fue ampliando su flota, motivo que lo llena de orgullo y lo convirtió en ejemplo para su familia.
También Ángel Nahuel Cruz relató su experiencia. Es un joven que, viviendo en el interior de la provincia, acostumbraba a trabajar en el campo durante el verano para ayudar a su familia. De la mano de Anpuy avanzó en la Universidad y hoy es Ingeniero Agrónomo.
Luego llegó el turno de José Espinoza, quien emocionado recordó el acompañamiento de Anpuy y de sus padrinos de Buenos Aires, con quienes mantiene un vínculo muy cercano pese a la distancia. Tras finalizar la secundaria, José continuó siendo parte de los programas de becas de la fundación durante sus estudios superiores. Reconoció que al principio le resultó duro afrontar las obligaciones de la vida universitaria, pero con esfuerzo y el acompañamiento del equipo de Anpuy, hoy es Ingeniero industrial y trabaja para una empresa multinacional.
Seguidamente, habló Cristina Tolaba, la primera becada que se recibió de médica y tuvo como padrino a quien hoy es su colega, el doctor Bernardo Pérez Alsina. Cristina contó cómo Anpuy la contuvo económica y psicológicamente durante su carrera, considerando que vive en el interior de la provincia e integra una familia de nueve hermanos. “La única fuente de ingreso en mi casa es la de mi papá. Así que, yo estoy acá -como médica- gracias a la fundación”, contó la joven profesional.
Cabe resalta que muchos de los jóvenes becados desean ahora ayudar a otros chicos. Eso muestra el impacto profundo y duradero del trabajo de Anpuy: al transformar una historia, transformamos muchas más.
Por último, en esta celebración, Lu Rovaletti, una de las tantas personas que apoyan la misión de la fundación, recordó que, cuando volvió a Salta, junto a sus amigas se sumaron como madrinas para becar a estudiantes y compartió su experiencia: "Lo que más me impactó fue ver cómo los chicos avanzaban, como Daniela, que se recibió de psicóloga. Uno pone un granito de arena y la Fundación hace que ese granito realmente transforme vidas".
Es que, en esta misión que hace 30 años inició Anpuy, cada peso donado, cada hora de voluntariado, cada acto de apadrinamiento y cada palabra de aliento se multiplica en oportunidades reales para chicos y chicas que solo necesitan que alguien crea en ellos.